miércoles, 16 de marzo de 2011

EL ESPAÑOL COMO LENGUA NEOLATINA

El latín, como elemento vivo, sufrió innumerables cambios. Su destino fue singular, empezó siendo la lengua de una comarca en el centro de la península Itálica y llegó a ser, tras la expansión del poderío romano, la lengua del mayor imperio conocido en la antigüedad. La vivencia del latín está en las lenguas romances. Estas formas nuevas del latín son el provenzal, el sardo, el francés, el occitano, el italiano, el moldavo, el retorrománico y el rumano, además el español, el catalán, el gallego y el portugués, que se hablan en la península Ibérica.

Como en toda lengua, en el latín se diferenciaban dos formas de uso: el latín clásico o lengua estándar, y el latín vulgar, o forma coloquial utilizada por el pueblo. Esta última, traída por el ejército a las colonias del imperio, dio lugar a las lenguas neolatinas.

En este proceso de evolución influyeron las continuas invasiones cuyo propósito era ampliar los dominios, engrandecer el poderío y las riquezas de los pueblos conquistadores. Sin embargo, con el pueblo romano ocurrió algo curioso: los germanos los subyugaron por la fuerza, pero su cultura y su lengua fueron opacadas por el pueblo conquistado, y finalmente se impuso, entre otros, su forma de gobierno, su lengua, su sistema monetario. En este proceso de transculturación, el pueblo romano adquirió, en la convivencia con los domina­dores, nuevos usos y voces. Estos préstamos lingüísticos suponen para la lengua que los acoge diversos problemas de adapta­ción para asimilar voces que pertenecen a otra forma fonética y a otra morfología. Sea el caso por ejemplo:

Con relación al léxico solían encontrarse inconsistencias como las siguientes:

Se cambió el género gramatical de la palabra tomada en préstamo del latín.

Los nombres propios transmitidos del latín por vía literaria fueron los que ofrecieron mayor resis­tencia, si bien algunos autores se preocuparon porque la adopción se hiciera conscientemente.

En el afán de conservar el préstamo con su sello de origen hubo calcos sin adaptación.

En otros casos las palabras conservaban su base latina, mientras otras continuaban su evolución.
Ambas guardan el significado de base, como en apis y el diminutivo apicula. Con esta base
latina tenemos apicultura, apícola, apículo, apicultor, apiario y en su evolución: abeja. Otros
ejemplos son:

aborígene, desde el origen.

ad ephesios, disparatadamente; saliéndose del propósito del asunto.

ad hoc, hecho para un fin determinado.

ad honorem, por el honor (se dice de cargos honoríficos sin sueldo).

alma máter, madre nutricia (se decía de la patria; hoy se aplica a la universidad en que uno ha
estudiado).

álter ego, un segundo yo, amigo inseparable.

a priori, antes de conocer los hechos.

curriculum vitae, resumen de la carrera o actividades públicas de una persona.

ex profeso, a propósito, de particular intención.

postdata, después de la fecha (lo que se escribe después de la firma de una carta).

statu quo, estado de cosas en un determinado momento.

verbi gratia, por ejemplo.

Otro fenómeno resultante del proceso de evolución fue la aparición del artículo definido referido al nombre. En esta forma se sustituyó la pérdida de la declinación latina como medio para expresar la forma y la función del nombre. Tanto la organización del texto como la conformación del enunciado son tomadas del latín, de ahí que todas las lenguas romances presentan grandes semejanzas en este aspecto, tanto en lo relati­vo al orden del enunciado como a los medios que se utilizan para marcar las relaciones funcionales entre los elementos. Como ya hemos visto, el español cuenta con elementos léxicos, sintácticos o morfológicos que cumplen esta función. Veamos algunos ejemplos:

Esta casa nueva es muy cómoda.

Este nuevo libro es muy complicado.

El año pasado conocimos a tu amiga.

El año pasado conocimos muchos sitios del país.

Ayer tú no viniste a clase.

Ayer el profesor no vino a clase.

En las dos primeras, los morfemas marcan las relaciones que los demás elementos tienen con casa y con libro. En las dos segundas, la diferencia entre los enunciados está en la preposición que marca el objeto cuando éste es una persona.

ACTIVIDAD SUGERIDA: Prepara un discurso de carácter político empleando en él algunas locuciones latinas.

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