martes, 15 de febrero de 2011

ANÁLISIS LITERARIO DE OBRAS CLÁSICAS

Para analizar un texto narrativo se recomienda identificar 3 elementos:
LA INTRODUCCIÓN: en la que se resaltan los datos biográficos del autor (fecha de nacimiento y muerte, estudios realizados, escuela a la que pertenece, reconocimientos, y obras publicadas)
ANÁLISIS DE FONDO: en donde se tiene en cuenta: el tema, argumento, el lugar o espacio, el tiempo (atmosférico y cronológico) y los personajes (principales, secundarios y ocasionales).
ANÁLISIS DE FORMA: se centra en analizar el género literario, las figuras literarias, relación título contenido y el vocabulario.

Para el caso particular de una obra clásica, a parte de los elementos anteriormente mencionados se deben tener en cuenta otros aspectos, sea el caso por ejemplo de los textos de la Ilíada y la Odisea; que fueron probablemente escritos en el siglo IX a. c. sus orígenes se pierden en un pasado remoto y desconocido. De hecho, los primeros pueblos griegos llegaron a la península, que luego se llamaría Grecia, hacia el año 2000 a. c, y confor­maron lo que más tarde se denominaría la civilización Micénica (1400-1200); cultura que tuvo su centro en lugares como Micenas, Argos y Pilos.
Hacia el 1200 llegó una nueva migración, los dorios, que da lugar a un largo período de unos 400 años conocido como Edad Oscura, en la cual desaparecieron la escultura, la escritura y los centros de poder micénicos, menudearon las guerras y las tribus sobrevivieron gracias a su régimen permanente de migraciones. Mientras la civilización micénica pertenecía a la edad de cobre, estos guerreros desarrollaron una edad de hierro y, por tanto, sentaron las bases de una civilización que se conoce gracias a los vestigios arqueológicos, pero especialmente a la riquísima tradición mitológica.

Los griegos hacia la época micénica se llamaban aqueos y así los refiere Homero en sus poemas, fueron denominados griegos, termino que deriva del latín ¡graeci); durante la Edad Oscura este nombre fue reemplazado por el de helenos, el cual no designaba un país o una nación, sino un conjunto de pueblos -con una lengua y algunas historias más o menos comunes- pero que no estaban unidos ni política ni territorialmente. Como pueblo eran amantes del mar, las tierras interiores eran centros periféricos -lugares para sacar esclavos, metales y alimentos-, regiones para recorrer en busca de botines, pero no para habitar y hacer cultura. Entre ellos había numerosos dialectos, prácticas de culto, sistemas políticos y costumbres. Ya hacia el año 800 a. c. todos empleaban el mismo alfabeto (invención de los fenicios) y llamaban "bárbaros" a todos los pueblos que hablaban un idioma distinto.

De ésta época no solo quedo la Ilíada y la Odisea, también la fina cerámica de dibujos geométricos y la vasta tradición mítica. Justamente, con base en estas dos fuentes, puede conjeturarse que en este lapso se vivió un período de esplendor y luchas intermitentes. Se trataba de una sociedad de reyes y de nobles, poseedores de mucha tierra y rebaños, donde el rey era el eje del poder, era juez, legislador, caudillo, guerrero; su poder no estaba sujeto a ninguna censura y su moral dependía de su valentía, de su riqueza y de sus relaciones. Todo giraba alrededor de un individualismo en el que primaban la fuerza corporal, el valor, la habilidad y la astucia. Años después, cuando los antiguos piratas se habían asentado en sus reinos y gozaban de su fama, surge la poesía heroica como necesidad de rememorar las hazañas de los nobles; se puede decir entonces que la epopeya griega está condicionada por el "afán de gloria" y los poetas son en este mundo los pregoneros de la fama.

EL MITO COMO ELEMENTO TRASCENDENTAL: Entre las muchas historias de la mitología griega que hablan de esta primera época, tres tradiciones Ilustran la idea griega del pasado.
La primera, ligada al héroe Teseo, se ve a los griegos como súbditos del mítico rey de Creta, Minos, quien obliga a sus pueblos vasallos a entregar una ofren­da de siete jóvenes que son sacrificados para alimentar al hijo del rey, el Mino tauro, ser fabuloso medio hombre - medio toro, que exige sacrificios rituales. Teseo no sólo se ofrece voluntariamente para ser parte de la embajada griega, sino que derrota al Mino tauro y escapa del laberinto con ayuda de Ariadna y regresa para organizar la primera liga ática y legislar en Atenas. No en vano el territorio central de la Grecia continental lleva su nombre: Tesalia.
La segunda, vinculada a Jasón y los argonautas, en la cual el príncipe Jasón debe partir en busca del vellocino de oro (una piel de carnero pero de oro) para demostrar su derecho al trono de Argos. Jasón debe llegar hasta la Cólquide (el Mar Negro) y aventurarse por el mar de las islas errantes. Antes de conquistar el vellocino que permanece custodiado por un dragón, debe arar un campo con unos bueyes que bufan fuego. Jasón logra superar estas pruebas y tomar el vellocino gracias a la magia negra de Medea, hija del rey Aetes, que para evitar la persecución de su padre sacrifica a su propio hermano y lo arroja en el mar obligando al rey a detenerse para darle sepultura. En la nave de Argos, más conocida como la de los Argonautas, viajan la mayoría de los héroes y reyes legendarios de cada pueblo e incluso se dice que Orfeo, el padre de la poesía llevaba entonces su lira, regalo del dios Apolo.
La tercera, que hace remembranza de la guerra de Troya, y que esta vinculada al rapto de Elena y a una disputa entre los dioses. Se cuenta que para dirimir las diferencias acerca de cuál era la diosa más hermosa entre Hera, Atenea y Afrodita (conocidas también como Juno, Minerva y Venus) diosas del hogar, de la inteligencia y del amor, respectivamente, Apolo elige a un joven pastor llamado París Alejandro, hijo de Príamo, el rey de Troya. Cada diosa ofrece una dádiva a cambio. Tras raptar a Helena, París la lleva a Troya (ciudad que según investigaciones no era tan mítica, sino que estaba situada en un punto clave al norte de Milesia, cerca al estrecho de Dardanelos, paso que comunica al Egeo con Asia Interior).
El ultraje de uno era la ignomi­nia para todos, por esta razón los griegos en conjunto emprendieron bajo la dirección del rey Agamenón, hermano de Menelao, la más famosa empresa guerrera, campaña que duró más de diez años.
No había un solo rey o fundador que no proclamara haber estado en una de estas hazañas. Para cada accidente del paisaje, monte, río o llanura había una historia fabulosa. Esta era una de las tareas de los poetas y de los rapsodas (tejedores de cantos), hilvanar las historias de sus cantos. Durante muchos años los poetas fueron los primeros mitólogos, es decir, recolectores de mitos, de narraciones que además de estar vinculadas a la religión eran parte de su tradición histórica.

El mito entre los griegos tiene una característica particular que permite reconocer su importancia como antecedente fundamental del enorme desarrollo intelectual posterior que dio lugar al nacimiento de la filosofía más antigua y la consciencia histórica: en el mito griego hay una gradual transformación de los temas originales (origen del cosmos, de los dioses y de los hombres y la guerra) hacia problemáticas cada vez más humanas como la justicia, la libertad humana, el problema del ser humano frente al destino, la ira, los celos, la ambición, la astucia. Así, entonces, en los grandes poemas se ve un universo mítico pleno de sucesos fantásticos, pero al mismo tiempo seres enfrentados a la libertad de elegir y de ser responsables de sus actos.
Pero también su autor y la misma poesía tenían un origen mítico. La misma palabra música proviene de las musas, las diosas de las artes, hijas de Apolo. Apolo además de dios de la guerra, de la peste y gran adivino era padre de Orfeo, padre de la poesía. De hecho, de los condolidos cantos de Orfeo, quien bajó a los infiernos para rescatar a su esposa Eurídice, pero vio caer a su ama­da a los abismos para siempre, proviene la poesía lírica (de lira, el instrumento con que acompaña su llanto). No menos mítica y legendaria es la historia del propio Homero, ciego pero clarividente y divino educador de todos los griegos.

CLAVES PARA LEER UNA OBRA ÉPICA: La poesía épica remite en su origen a un pueblo que encuentra en un poema representados sus más altos valores, sus ideales. La misma palabra epopeya proviene de epos (pueblo) y poiesis (poema, creación) y es por tanto el poema que identifica las virtudes más representativas de un pueblo. Entre los griegos, Aquiles era el máximo defensor de la virtud, (en griego arete, de donde viene aristos (virtuoso) y la clase privilegiada o superior: aristocracia), se retira de la batalla cuando el rey lo ha despojado de su dignidad (un trofeo de guerra, una mujer). En toda epopeya el héroe ha sido ultrajado en su honor y por ello debe luchar para restituir su posición. La restitución del honor sólo es posible gracias a las hazañas heroicas en el campo de batalla. La mayor parte de los grandes poemas épicos parten de una larga tradición mítica o legendaria; han sido compuestos o recogidos por un poeta anónimo o tan legendario como sus mismos héroes.
Los poemas épicos se fundan en la tradición oral y fueron compuestos como cantos en versos (por rapsodas, de errapso: hilar, tejer; y oda: can­to), que facilitaban a los aedos o citaristas su memorización y recita­ción.

LA ILÍADA narra algunos acontecimientos sucedidos hacia el décimo año de asedio A Troya por parte de los aqueos. La acción acontece sobre todo en el campo de batalla y el campamento; sus principales personajes son los guerreros. Homero des­cribe en detalle los combates, y las escaramuzas de guerra. Cada héroe tiene su gloria, pero más allá de la guerra lo heroico gira en torno a un hecho sin­gular: Aquiles, hijo de la diosa Tetis, dotado de todas las facultades humanas, pero condenado a una muerte temprana, se ha retirado de la batalla. Sin embargo, la belleza de la obra gira en torno al carác­ter trágico del héroe a despecho de sus dones semidivinos: riñe con su jefe Agamenón, se niega a seguir peleando, permite el descalabro de sus amigos y se niega a aceptar sus disculpas; envía a Patroclo, su mejor amigo, y éste muere, desencadenando su cólera.

LA ODISEA es una historia de aventuras. Habla del rey Ulises (también llamado Odiseo), que tras muchos padecimientos logra volver a su hogar en la isla de Ítaca, donde lo espera su esposa Penélope. La historia comienza diez años después de que los griegos han tomado Troya, en Ítaca donde Telémaco, hijo de Ulises, debe emprender un viaje en busca de su padre. En la segunda parte se narra el periplo completo del retorno del héroe que debe bajar al infierno y conocer el país de los Feacios, un reino donde to­dos los hombres son felices. Es evidente que Homero recoge en esta obra un conjunto de historias y leyen­das comunes a casi todos los pueblos del mundo. Su gran logro consiste en alegrarlos en un relato perfecto, en donde todos sus personajes desde el hé­roe hasta los monstruos y los pretendientes son pintados con riqueza y com­plejidad, con rasgos profundamente humanos.

HESÍODO: DE PASTOR A CRONISTA DE LOS DIOSES: El mundo aristocrático y de lujos exquisitos que pinta Homero contrasta con el mundo de Hesiodo, poeta al que los griegos consideraban su contemporáneo. En Beocia, Grecia continental, las condiciones de vida eran duras y había que ganarse el pan diario. Su poema Los trabajos y los días habla del trabajo y las faenas del campo. Hesiodo fue el primero en hablar de la Caja de Pandora y su obra de sentido didáctico está plena de máximas y curiosas observaciones. Son muchas las obras atribuidas a Hesiodo, pero entre todas una destaca por su fuerza mágica, La teogonía o El origen de los dioses, que es una completa relación del origen de los dioses que comienza desde la descripción del caos original y termina en la organización del Olimpo, el establecimiento de justicia de Zeus y sus hazañas heroicas. Abundan en esta obra personajes absolutamente hermosos como cuando al comienzo de su canto el poeta invoca a las musas.

ACTIVIDAD SUGERIDA:

Consulta el texto Breve cursillo de Mitología, complementa la lectura en otras páginas.

Escribe un ensayo corto en donde expliques el origen y la trascendencia de la mitología grecolatina.

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